Al crearte, Dios te equipó con un aparato emisor y receptor: la oración.

jueves, 28 de julio de 2011

* Magnificat *

Magnificat

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;

porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava,

y por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:

su nombre es Santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hizo proezas con su brazo:

dispersó a los soberbios de corazón,

derribó del trono a los poderosos

y enalteció a los humildes,

a los hambrientos los colmó de bienes

y a los ricos los despidió vacíos.

Auxilió a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-

en favor de Abraham

y su descendencia por siempre.

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Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén


* Magnificat *

Magnificat

Magnificat anima mea Dominum,

et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo,

quia respexit humilitatem ancillae suae.

Ecce enim ex hoc beatam me dicent

omnes generationes, quia fecit mihi magna

qui potens est, et sanctum nomen eius,

et misericordia eius

ad progenie in progenies timentibus eum.

Fecit potentiam in brachio suo,

dispersit superbos mente cordis sui,

deposuit potentes de sede,

et exaltavit humiles,

esurientes implevit bonis,

et divites dimisit inanes.

Suscepit Israel puerum suum

recordatus misericordiae suae,

sicut locutus est

ad patres nostros

Abraham et semini eius in saecula.

* La Magnífica *


La Magnífica.


Glorifica mi alma al Señor.

Y mi espíritu se llena de gozo al contemplar la bondad de Dios mi salvador.

Porque ha puesto la mirada en la humilde sierva suya, y ved aquí el motivo porque me tendrán por dichosa todas las generaciones.

Pues hizo en mi favor cosas grandes y maravillosas el que es Todopoderoso y su nombre es infinitamente santo.

Cuya misericordia se extiende de generación en generación a todos cuantos le temen.

Extendió el brazo de su poder, disipó el orgullo de los soberbios, transformando sus designios.

Desposeyó a los poderosos y elevó a los humildes.

A los necesitados llenó de bienes y a los ricos los dejó sin cosa alguna.

Exaltó a Israel su siervo acordándose de él por su gran misericordia y bondad.

Así como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a toda su descendencia por los siglos de los siglos. Así sea.

lunes, 18 de julio de 2011

San Ignacio de Loyola

San Ignacio de Loyola


Durante la convalecencia forzosa por una herida de guerra, cayeron en manos de Ignacio, caballero de noble linaje, dos libros de sobre la vida de Cristo y las de los santos. Esto transformó radicalmente su vida. Estudió teología y se ordenó sacerdote, y con seis compañeros fundó en París la Compañía de Jesús. De las tres virtudes: pobreza, castidad y obediencia, esta última era, para él, la superior: Aquellos que sirvan a nuestra orden se distinguirán por la deposición de la voluntad y del juicio propios.

No sólo se trataba de cumplir los mandatos de los superiores, sino que cada miembro de la orden debía de hacer suya la voluntad del Señor, y además de la voluntad, debería sacrificar también el juicio, de modo que él piense lo mismo que el superior.

Ignacio poseía una capacidad extraordinaria para llorar, sobre todo mientras oraba, cosa que siempre iba unida a una gran dulzura. Él mismo cuenta: Sentía un placer tan intenso con las cosas divinas, unidas a lágrimas constantes, que me parecía como si mi Dios y mi Señor, cada vez que yo lo nombraba, llenara todo mi interior. Durante la misa yo lloraba tanto que temía perder la vista. Conversando con el Espíritu Santo yo lloraba y lo veía y sentía como claridad y llama.

A causa del abundantísimo correr de sus lágrimas ya no podía rezar el breviario; las lágrimas llegaron a ser incluso tan copiosas, que se recogieron en una vasija.

En recuerdo de este don existe hasta hoy la costumbre de bendecir agua en altares dedicados a su veneración. El agua de San Ignacio hace surtir efectos milagrosos. Por ejemplo, en Brujas, Bélgica, en 1839 cesó el cólera después de haberse aplicado el agua, y también existen muchos informes sobre sus efectos curativos en partos difíciles.

Oraciones

Glorioso Patriarca San Ignacio, humildemente te suplicamos nos obtengas de Dios principalmente el vernos libres del mayor de los males, que es el pecado, y de tantos azotes con que el Señor castiga las culpas de los pueblos.

Que tu ejemplo encienda en nuestro corazón el deseo eficaz de trabajar constantemente en dilatar la mayor gloria de Dios y procurar el bien de nuestros prójimos. Obtennos del amoroso Corazón de Jesús la gracia que corona a todas las demás, esto es, la de la perseverancia final y la eterna bienaventuranza. Así sea.


Glorioso San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús y especial abogado y protector mío, ya que tan elevado estás en el cielo por haber hecho tus obras a mayor honra y gloria de Dios, combatiendo a los enemigos de su Iglesia, defendiendo nuestra fe, dilatándola por medio de tus hijos por todo e mundo, alcánzame de la divina piedad, por los méritos infinitos de Jesucristo y por la intercesión de su gloriosa Madre, entero perdón de mis culpas, auxilio eficaz para amar a Dios y servirle con todo empeño en adelante, firmeza y constancia en el camino de la virtud, y la dicha de morir en su amistad y gracia, para verlo, amarlo, gozarlo y glorificarlo en tu compañía por todos los siglos. Amén.


San Ignacio de Loyola tiene gran imperio contra los demonios, según lo dice la Iglesia en su oficio:

In Deamones Mirum Exercuit Imperium. Por esto es costumbre poner en las puertas de los aposentos, por la parte de adentro, la cédula a San Ignacio. El mismo demonio dijo una vez: No puedo entrar, sólo que quites la cédula puesta en tu puerta.

Yo suelo aconsejarlas en las misiones contra los asaltos e infectación del enemigo y Satanás. (Ven. P. Galatayud, S.J.).

En Roma y en Padua, echado de los cuerpos por virtud de San Ignacio, exclamó el demonio dando bramidos: No me menciones a San Ignacio, que es el mayor enemigo que tengo en el mundo. (P. Rivadeneria, Lib. A.C.V.).



Oración usada por San Ignacio de Loyola.

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Agua del costado de Cristo, purifícame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a ti para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.


Toma, Señor, recibe toda mi libertad, mi memoria, entendimiento y toda mi voluntad, todo mi deber y poder.

Tú me la diste; a ti, Señor, la torno, todo es tuyo; dispón de todo a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que esto me basta.

El Señor te dé su bendición y te defienda. Te manifieste su rostro y tenga misericordia de ti. Vuelva a ti sus ojos y te dé paz. El Señor omnipotente te bendiga. Así sea.

Señor, de verdad deseo prepararme bien para este momento, deseo profundamente que todo mi ser esté atento y dispuesto para Ti.

Ayúdame a clarificar mis intenciones. Tengo tantos deseos contradictorios…

Me preocupo por cosas que no importan ni son duraderas. Pero sé que si te entrego mi corazón haga o que haga seguiré a mi nuevo corazón.

En todo lo que hoy soy, en todo lo que intente hacer, en mis encuentros, reflexiones, incluso en las frustraciones y fallos y sobre todo en este rato de oración, en todo ello, haz que ponga mi vida en tus manos.

Señor, soy todo tuyo. Haz de mí lo que Tú quieras. Amén.

Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo.